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China el gigante en transición, entre tradición y modernidad

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PEKÍN, 3 de junio.— La búsqueda de la armonía es un ideal que los chinos han perseguido durante siglos. En el Palacio de la Antesala, en la Ciudad Prohibida, se encuentra una inscripción enorme que reza algo así como “Armonía entre la rudeza y la gentileza”, en referencia a las características que deben predominar en la actuación del emperador.

Desde las ventanas panorámicas del lujoso bar del piso 80 de la hasta ahora torre más alta de Pekín, que alberga un centro de negocios, hotel y residencias exclusivas, la ciudad luce armoniosa. Es la 1:10 de la mañana y las luces de los rascacielos coronan el brumoso y contaminado cielo pequinés. La urbe se encuentra en calma.

Horas antes, sin embargo, el caos reina en las principales avenidas que llevan de los suburbios a la zona centro de la capital. Los embotellamientos pueden prolongarse por horas y el lento avance de los autos permite observar a detalle el tipo de vehículos que ruedan por doquier. Los Mercedes Benz y BMW se desplazan hoy por donde décadas atrás lo hacían centenares de bicicletas. Ésta, la del intenso tránsito en vehículos de pedal a dos ruedas, es una escena antes común que difícilmente se aprecia en el Pekín actual, a no ser por los bicitaxis que, esos sí, abundan en la ciudad.

El congestionamiento vehicular hace posible también poner atención a los abundantes centros comerciales, uno tras otro, de cada lado de las principales avenidas. Justo enfrente del edificio del Ministerio de Comercio se encuentra uno de estos malls con boutiques de marcas exclusivas como Audemars Piguet, Cartier y Burberry. Y justo en esa calle comienza la zona de Wangfujin, el sitio donde se puede intentar comer toda clase de bichos y platillos exóticos tradicionales.

Así es la vista superficial de la China de hoy. Una convivencia de tradición y modernidad. Donde los pekineses conviven con fuereños en Sunlitun, el “barrio de los extranjeros”; donde la arquitectura y decoración tradicional, con sus típicas lámparas colgantes rojas, de la calle de Guijie (Cué Yié, según su pronunciación), o los cafés y bares tradicionales del barrio de Houjai con sus trovadores bohemios, conviven con los rascacielos y edificios inteligentes de la zona centro.

El crecimiento acelerado de la economía china, que hoy se mantiene en 7.8 por ciento, parece haber dado paso al consumo interno, luego de décadas de restricciones. En la actualidad es común ver a los ciudadanos con sus smartphones o comprando en almacenes de Apple. Uno muy grande de éstos se encuentra en Nanjing Road, una avenida peatonal repleta de comercios en el centro de la ciudad de Shanghai, a dos horas de vuelo de Pekín, hacia el sur.

Nuevos vínculos

Las relaciones con la República Popular China se han enfriado, particularmente porque el ex presidente Felipe Calderón recibió al Dalai Lama en 2011:

Como parte de su primera gira por América Latina y el Caribe el presidente chino Xi Jinping viaja esta semana a México en momentos en que el gobierno de Enrique Peña Nieto busca fortalecer su economía a través de una mayor apertura en sectores como el energético.

La visita del mandatario de China aparece como una oportunidad para abordar el gran déficit comercial que México tiene con el gigante asiático y discutir maneras de incrementar las exportaciones mexicanas.

Algunos expertos consideran que un área clave para ambos es el sector energético en particular el petróleo que México tiene y que China necesita para satisfacer a su economía en expansión y su creciente clase media.

La visita de tres días del mandatario a México desde el martes es parte de una gira regional que empezó este fin de semana en Trinidad y Tobago, Costa Rica y concluirá en Estados Unidos.

La penetración del estilo de vida capitalista de Occidente es muy evidente en esta avenida, donde casi en cada esquina brotan ofertas de turismo sexual a los extranjeros con singular insistencia, disfrazadas de tradicionales masajes chinos. Es en Shanghai también donde se puede palpar el impresionante desarrollo económico de este tigre asiático. A ambas laderas del río Huangpu, en la costa este (Pudong) y la oeste (Puxin) se encuentran enormes edificios corporativos, tanto de transnacionales como HSBC, de compañías chinas como Industrial and Commercial Bank of China (ICBC) o la emblemática Pearl Tower de la China Central Television (CCTV).

Esta cadena de televisión, la única en China y, desde luego, de corte estatal, cuenta con más de 60 canales con cobertura nacional, y uno de ellos es CCTV-Español, que transmite para todo el mundo programas como Noticiario, Documental o Diálogo, con la finalidad de dar a conocer la cultura y la sociedad chinas en lengua española. En este canal laboran 99 personas, entre ellos 26 extranjeros, de países como Venezuela, España, Chile, Perú y México.

Otro aspecto de la presencia del estilo de vida occidental se aprecia en la comida y la bebida. Es fácil ver en cualquier esquina de Pekín o Shanghai un KFC, un McDonald’s o un Starbucks, y en los bares se encuentra sin dificultad una cerveza Corona o una buena variedad de whiskys importados. Sin embargo, el poder de la gastronomía china se impone y las transnacionales de comida rápida palidecen ante la diversidad y riqueza del arte culinario local. Los chinos mantienen un fuerte arraigo a sus costumbres alimenticias y es falso que el paladar extranjero sufra ante los fuertes y exóticos sabores, pues si algo tiene la comida china es variedad y abundancia.

La transición

Los especialistas hablan de los riesgos de la “burbuja” china y de la necesidad de moderar su exponencial crecimiento, impulsando el consumo interno, so pena de generar un descalabro financiero.  Lo cierto es que a 34 años de las reformas del líder chino Deng Xiaoping, la nueva generación de jóvenes trata de adaptarse a esa transición inacabada.

Las restricciones y controles del gobierno, con el Partido Comunista en el poder, en diversos rubros, como la planificación familiar (la limitación de máximo un hijo por pareja en la mayoría de los casos), el derecho a la propiedad privada (la compra de inmuebles limita el usufructo de los mismos a un plazo de 70 años sin derecho a herencia) o el acceso libre a internet parecen no hacer mella o provocar malestar social.

Ante el asunto del bloqueo de herramientas como Facebook y Twitter, por ejemplo, los chinos buscan escape en sus propias redes sociales: Renren es el equivalente al Face y Weibo el símil del trinar del pájaro. Tal pareciera que los chinos están conscientes de que la transición está aún en marcha y los avances tecnológicos son una muestra de la modernidad que viven día a día.

Un claro ejemplo de esto es el tren bala que conecta el aeropuerto con el centro de la ciudad de Shanghai. Se trata de la primera vía de tren magnético operada de manera comercial, de acuerdo con el encargado de relaciones públicas de la empresa. Las vías tienen una longitud de 30 kilómetros y el tren carece de ruedas, no está tripulado y va literalmente flotando a una velocidad promedio de 300 a 400 kilómetros por hora, alcanzando su destino en sólo siete u ocho minutos.

Lleva diez años circulando y jamás ha tenido un accidente. De las 6:45 a las 10:00 de la noche hay corridas de manera intermitente cada 20 minutos. El boleto de un viaje cuesta 50 yuanes (100 pesos mexicanos), mientras el taxi cuesta 100 yuanes y puede tardar hasta 40 minutos, si no hay embotellamientos. El tren tiene una capacidad de 478 pasajeros sentados y en promedio da servicio a nueve mil usuarios al día. La inversión que se hizo en total desde 2002 fue de diez mil millones de yuanes y técnicamente ya se recuperó; sin embargo, el servicio, admiten, no ha sido autofinanciable,  pues actualmente tienen “un poco de déficit” y han tenido que recurrir al subsidio.

La tecnología es palpable desde los símbolos más representativos del comunismo, como la Plaza de Tiananmen, en cuyo centro hay una inmensa pantalla de LED de unos 100 metros de largo por cinco de alto, en la que se proyecta información oficial y promoción de los avances económicos de la República Popular. Y justo enfrente, el retrato de Mao Tse-Tung en el marco de la puerta de la Ciudad Prohibida. Así luce China, un país lleno de contrastes donde conviven tradición y modernidad, con una población desbordante y ávida de comerse al mundo.

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Autor : 
Mario Carbonell/ Enviado
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