CIUDAD DE MÉXICO, 10 de agosto.- Pumas es un enjambre. Caótico por todos lados, sumido en una mediocridad de resultados y de ánimo.
Fue a Tijuana para hacer el ridículo. Los Xolos, además de ganarles el partido 2-0 con goles de Fidel Martínez y Raúl Enríquez, les impartieron una lección de futbol.
Es el equipo de Jorge Almirón un componente del legado que dejó Antonio Turco Mohamed y que, a ratos, recuerda la forma en que salieron campeones.
La lectura del partido fue siempre ofensiva, con tres atacantes nominales como Martínez, Güémez y Enríquez; por ahora, no hay quién extrañe a Duvier Riascos.
Sobre esa fórmula ofuscaron al cuadro universitario, acorralándolo en su propio campo y siendo certeros desde el inicio.
El gol de Fidel Martínez apenas a los nueve minutos, sumió en la tragedia a los felinos. Su técnico, Antonio Torres Servín, tiene el fracaso marcado en el rostro, sabedor de que su puesto, tras este resultado, está en juicio.
Atribulado en la banca, notó como Ariel Nahuelpán se esforzaba en solitario, Martín Bravo se perdía en su universo y Javier Cortés seguía con la brújula rota.
Aunado a eso, su defensa, con todo y Darío Verón, caudillo siempre en esa zona, padeció la fragilidad de su portero Alejandro Palacios, que en el segundo gol, temió por su integridad antes que buscar la pelota y dejó el área chica toda para Enríquez.
Tijuana jugó con ilusión infantil, como si el rival de enfrente no existiera y Pumas nunca dio señales de aplomo, mucho menos de dignidad. Cuando Cándido Ramírez se fue expulsado por dos tarjetas amarillas en 28 minutos, prácticamente selló Torres Servín su oscuro futuro, ni siquiera la entrada de Luis García solventó un poco el trámite.
La forma de caer de Pumas es otra vez intrigante y todo apunta a un divisionismo en el grupo. Un gol en cinco partidos no es más que el síntoma de que una limpia en el banquillo está próxima.
