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Turquía ve florecer su economía; pertenecer a la UE, una meta

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ESTAMBUL, Turquía. 8 de septiembre.— Temel Kotil es un hombre afable, gentil, que presenta al mundo una cara siempre sonriente.

“Amamos a nuestros pasajeros”, dice Kotil, quien preside una aerolínea que en sólo diez años logró colocarse entre las diez primeras del mundo por la extensión de su red, la calidad de sus servicios y su volumen de negocios.

Estamos máximo a cuatro o cinco horas de vuelo de más de 50 países.” Temel Kotil, Directivo de Turkish Airlines

Turkish Airlines es en ese sentido una perfecta alegoría del país donde se encuentra basada. En una década pasó de ser un país tercermundista, un peón en el ajedrez geopolítico, a ser un jugador menor todavía pero de cada vez más importancia en su región.

El rostro sonriente esconde a un hombre de negocios pragmático, enfocado en resultados y beneficios. Duro si se quiere si los planes del director de TA se hacen realidad, esa empresa pasará a ser pronto —si no lo es ya— la compañía con más destinos en el mundo y el aeropuerto donde se basa, el de Estambul, será en el corto plazo de unos años, el más ocupado del planeta. Y como señal de lo que se espera, anunció que para mediados de 2014 tendrá un vuelo directo entre Estambul y México...

Y si los aparentes proyectos del actual gobierno turco florecen, su país pasará a ser un jugador importante en una de las áreas geopolíticamente más complicadas, y por tanto importantes, del mundo.

De entrada, aún sin ser productor de energía, tiene un papel hasta ahora crítico como paso casi obligado para oleoductos y torres de transmisión de energía eléctrica.

Pero más allá de que no es un productor neto de petróleo o de energía eléctrica, la estrategia energética turca descansa en tres bases: asegurar su consumo doméstico mediante aprovisionamiento regular, de fuentes diversificadas, confiables y económicas; un mercado energético liberalizado y el tercer y tal vez más importante, convertirse en un país clave para la transportación y distribución de energía.

Tres cuartas partes de las reservas mundiales de petróleo y gas se encuentran en el vecindario de este país, aunque sólo cuatro por ciento del consumo mundial pasa por barco a través del Bósforo, un mar internacional pero también un mar interior turco, un porcentaje que el gobierno turco desearía ver aumentar, especialmente a través de oleoductos desde las regiones vecinas.

No son ambiciones pequeñas para un país que podría ser calificado sólo como potencia regional, en la frontera y a la sombra del gigante económico que pese a todo es la Unión Europea o del tradicional hegemón del área, Rusia ahora como sucesor de la Unión Soviética y la URSS como heredera del imperio zarista.

Con sus 76 millones de habitantes, sus alrededor de 760 mil kilómetros cuadrados y poco más de 780 mil millones de dólares de Producto Nacional Bruto (PNB), Turquía aspira a ser una potencia seria y en serio, una que en los siguientes diez años buscará entrar a la lista de las diez principales economías del mundo, duplicar sus actuales exportaciones y llegar a 500 mil millones de dólares.

De hecho, el proyecto nacional habla de un PNB de dos millones de millones de dólares y un ingreso per cápita de 25 mil dólares por año... 2023 es un año para el que los turcos esperan recibir a tantos como 50 millones de turistas, o sea casi 70 por ciento más que en 2012.

Para Kotil, como para muchos hombres de negocios turcos, el año 2003 fue el año de parteaguas, el punto de partida hacia 2023, cuando por cierto se celebrará el centenario de la república fundada por Mustafá Kemal Ataturk, el Padre de los Turcos, el hombre que logró echar atrás una invasión promovida por los vencedores europeos de la Primera Guerra Mundial, y aunque no logró evitar el desmembramiento de lo que era el imperio otomano logró salvar lo que es el actual territorio turco.

El que mucho de la actual lucha política turca ocurra entre “ataturquistas” y conservadores islamistas es otro de esos enrevesados detalles que hacen la política turca.

Después de todo, es un gobierno islamista, uno que habla de la importancia de las cabezas cubiertas de mujeres, el que encabeza un proyecto nacional económico que sin duda haría enorgullecer a los remotos antepasados otomanos y tal vez haría sonreír al propio Ataturk.

Después de todo, también, es un país que en medio siglo dejó inconclusos 17 acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y apenas en mayo último logró hacer el pago final de 422 millones de dólares de su programa número 18.

Lo cierto es que apoyan sus señales con hechos. No sólo anotan con orgullo el haber terminado el acuerdo con el FMI sino apuntan a su industria de la construcción, que puede considerarse como un gigante en crecimiento.

El avance de esa actividad ha sido tal que aseguran que sólo los chinos los superan y aunque gran parte de su negocio es internacional parecen empeñados en mantener un importante grado de construcción interna. Ankara, que algunos consideraban una ciudad pequeña más o menos adormilada parece ahora en permanente construcción; Estambul, que es una urbe, en desarrollo perenne.

Y eso implica proyectos de un alcance faraónico, como el conjunto de teatro-comercio-hotel-oficinas-viviendas de lujo que bajo el nombre “Zorlu Center” erige la empresa Zorlu Gayrlimenkul en Estambul, a un costo de 2,500 millones de dólares.

76 Millones de habitantes tiene Turquía, país con un territorio de 760 mil kilómetros cuadrados

El tema es complicado, sobre todo si se advierte que el salario mínimo turco es de 900 liras mensuales (unos 450 dólares) y su ingreso per cápita estimado, de acuerdo con el Banco Mundial, de unos 10,666 dólares, en un nivel muy similar al de México. Y para remate, que una buena parte de la supervisión de la obra está a cargo de mujeres.

Más complicado todavía es si se considera que la nueva construcción no está muy lejos de donde se encuentra la “Torre Zafiro”, que con sus 261 metros de altura es el edificio más alto de Turquía, uno de los más altos de Europa y el posible símbolo de una economía en problemas, de acuerdo con The New York Times.

Construido por el grupo “Kiler”, una empresa que como el propio primer ministro Reccep Tayyip Erdogan proviene de las provincias islámicas de Turquía y tiene ahora una deuda de 164 millones de liras turcas (unos 82 millones de dólares), de los cuales 25 millones de dólares, en documentos de corto plazo.

Los voceros del grupo afirman que no hay problema y que 60 por ciento de los departamentos en condominio, a costos que van de uno a diez millones de dólares, están vendidos. Pero las deudas en dólares se contrajeron con un dólar barato y la suerte del proyecto puede cambiar, notablemente, en un plazo igualmente corto.

Y Mehmet Even, vicepresidente ejecutivo del competidor grupo “Zorlu”, afirma que su propio proyecto está vendido ya en más de 60 por ciento.

Según expertos turcos, es probable que la expansión de la industria de la construcción continúe. Para Osman Cevdet Akçay, Economista jefe del YapiCredi Bank, la expansión económica literalmente obliga a crear unas 40 mil viviendas anuales, sin contar infraestructura o su crecientes aventuras en el mercado internacional, y eso asegura un mercado significativo.

El sector internacional y muy en particular sus proyectos internacionales pueden salvar a la industria de la construcción turca, que según el Ministerio de Economía el año pasado representó seis por ciento del Producto Nacional Bruto y empleó directa o indirectamente a más de 1.3 millones de personas.

En lo internacional, tenían proyectos en más de medio centenar de países con un valor de 27.6 mil millones de dólares.

De acuerdo con Cemalletin Damlasi ... subsecretario Adjunto de Economía, las empresas turcas de consultoría y contratación han terminado 7,141 proyectos en 101 países, con un valor total de 251 mil millones de dólares. Están en Irak, pero también en Venezuela y desarrollan un proyecto en México.

Y la verdad no es la única industria turca en expansión. Como otros países, Turquía se ha fijado en la industria armamentista como punto de partida para otros proyectos, incluso una educación de calidad y de alta tecnología.

La necesidad geopolítica obligó a Turquía a comenzar a crear su propia industria bélica, y aunque está lejos de “los grandes” comerciantes de armas y sistemas, de Brasil a Estados Unidos, es un sector en crecimiento ligado al aparato de defensa nacional del país y financiado por el estado con una estructura de empresa privada y que se alimenta de universidades de cada vez mejor calidad.

El sector educativo cuenta con un numero creciente de universidades, incluso muchas que en México serían consideradas como “patito”, mientras el sistema educativo del sector público ha puesto énfasis en calidad.

La Universidad Bogazici, por ejemplo, es la “joya de la corona”, con apenas 12 mil estudiantes para carreras que incluyen Relaciones Internacionales, Ingeniería Genética o Química. Todos los cursos son en inglés...

Turquía, sin embargo, es uno de los países afectados por un dólar súbitamente más caro. Al igual que Brasil, Corea del Sur, India o México.

En términos comerciales, sin embargo, ninguno está en la posición estratégica que Turquía y los economistas locales son optimistas, tanto que el sector privado turco estimó en su reporte anual que el país había superado los principales problemas.

De hecho, el señor Kotil cuenta con la geografía para fortalecer el papel de su aerolínea. “Estamos máximo a cuatro o cinco horas de vuelo de más de 50 países”, comentó durante una charla con periodistas mexicanos.

El hecho es que Turquía se siente parte de Europa y Europa es su punto de referencia, en todos los sentidos, por más que para Europa tal vez evoque la memoria de sus intentos de conquista del siglo XVI, cuando “el Gran Turco” era para los europeos lo que Al-Qaeda es hoy para los estadunidenses...

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Autor : 
José Carreño Figueras/ Enviado
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Las calles de Estambul lucen cada vez más a la altura de las de una potencia económica. Foto: José Carreño Figueras
Los turcos se adaptan cada vez más a las ventajas que trae consigo la urbanización. Foto: AP
La ciudad de Estambul fue una de las candidatas a ser sede de los Juegos Olímpicos 2020. Foto: AP
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