
ESTOCOLMO, 8 de diciembre.— El día que a Alice Munro le leyeron La sirenita salió de casa y no paró hasta idear un final feliz para el cuento. Desde entonces la premio Nobel no ha dejado de crear historias con las que espera que el lector disfrute.
Munro, de 82 años y que no ha viajó a Estocolmo para recibir el Nobel por razones de salud, fue capaz de seducir en la distancia al público que asistió a la tradicional lectura del Nobel y que fue sustituida por una charla grabada en video.
La escritora canadiense, “maestra del relato contemporáneo” como la definió la Academia Sueca cuando le concedió el premio, fue capaz de transmitir toda su alegría, determinación y pasión por crear historias, primero para contárselas a sí misma, y años más tarde para escribirlas mientras sus hijas dormían la siesta.
La sirenita, de Hans Christian Andersen es “terriblemente triste” por eso cuando acabó la historia salió de su casa y dio “vueltas y vueltas” alrededor de ella e hizo “una historia con un final feliz”, porque se “merecía algo más que una muerte en el agua” y eso fue “el principio temprano de la escritura”.
Durante esos primeros años y en su adolescencia siguió ideando historias, en las que ella siempre era la heroína y con la idea general de “la valentía de la sirenita”, porque en sus cuentos “no toleraba los finales tristes”.
Con los años empezó a leer otras historias como Cumbres borrascosas, en las que había “finales muy, muy, tristes”. Por eso, explicó, “cambié mis ideas totalmente y aposté por lo trágico, que lo disfruto”.
Munro se dedica en sus relatos a hacer arte de lo cotidiano, en poner la lupa sobre el alma humana de la gente común, en historias que se caracterizan por su claridad y realismo sicológico, normalmente protagonizadas por jóvenes mujeres en pequeñas ciudades.
Creció en un ambiente rural y recibió una educación estrictamente presbiteriana. Por eso nadie, ni si quiera su madre, sabía que siempre estaba ideando historias que no contaba a nadie, porque “a mucha gente le habría parecido ridículo” que quisiera ser escritora.
La autora de libros de relatos como Mi vida querida transmitió durante toda la conversación su gran determinación en todo lo que hace, que fue la que le llevó a perseverar en su idea de ser escritora.
A pesar de las dificultades, al ser ama de casa tuvo que aprender a escribir en los momentos libres, y aunque a veces se desanimó porque empezó a ver que “las historias que escribía no eran muy buenas, que tenía mucho que aprender y un trabajo mucho más duro del que había esperado”, ella siempre siguió adelante.
De hecho no cree tener el don de la escritura. “Nunca he pensado en ello como un don, sólo pensaba en que era algo que podía hacer si lo intentaba con todas mis fuerzas”.

