
CIUDAD DEL VATICANO, 22 de diciembre.— El papa Francisco afirmó ayer que la Curia no debe ser “una pesada aduana burocrática, controladora e inquisidora” ni un lugar de chácharas, en su primer discurso a los miembros de este organismo, gobierno de la Iglesia.
Cuando la actitud no es de servicio a las iglesias particulares y a sus obispos, crece la estructura de la Curia como una pesada aduana burocrática, controladora e inquisidora”, denunció el Papa argentino, criticando así las actitudes de condena y control, más que de perdón y apertura a las diversas iglesias locales.
En este esperado discurso en la gran sala Clementina del Palacio Pontificio, Francisco no aludió —como su predecesor Benedicto XVI en su primer discurso a la Curia en 2005— a los problemas de la Iglesia en los cinco continentes, sus orientaciones doctrinales y los desafíos a los que se enfrenta en la sociedad contemporánea.
Fue, en cambio, un discurso sobre el perfil que debe tener el integrante de la Curia, recientemente afectada por escándalos, y que Francisco desea reformar profundamente con una comisión de ocho cardenales.
La santidad en la Curia significa también hacer objeción de conciencia a las habladurías. Nosotros insistimos mucho en el valor de la objeción de conciencia, pero tal vez deberíamos ejercerla también para oponernos a una ley no escrita de nuestros ambientes, que por desgracia es el de la cháchara”, afirmó el Papa.
La cháchara daña la calidad de las personas, del trabajo y del ambiente”, aseguró.
El Papa citó las características que a su entender debe tener el integrante de la Curia, que agrupa a unas dos mil personas, entre laicos y religiosos. Ante todo, “profesionalidad, que significa competencia, estudio, actualización... Es un requisito fundamental para trabajar en la Curia”, afirmó.

