
CIUDAD DE MÉXICO, 14 de febrero.- Las actuales autoridades de Irán, incluso las religiosas, no coincidirían con algo como la condena a muerte al escritor británico de origen indio Salman Rushdie, lanzada un día como hoy hace 25 años por el ayatolá Ruhollah Jomeini (1902-1989), líder espiritual de ese país, afirma sin dudar Carlos Martínez Assad.
El experto en cultura y religión musulmanas está convencido de que las cosas han cambiado en esa región. “A pesar de que Occidente insiste en que no hay cambios sustantivos, sí se ha dado una transformación significativa de parte de Irán que haría prácticamente imposible que ahora hubiese una condena como la que se le hizo en esa época”.
El sociólogo e historiador explica que “ahora entendemos más a los musulmanes y ellos a nosotros y la gran lección que deja este caso es que los asuntos religiosos hay que tratarlos con respeto, aunque uno no sea creyente”, señala.
El 14 de febrero de 1989, un edicto religioso o fatwa que instaba a la ejecución del narrador y ensayista nacido en Bombay el 19 de junio de 1947, por haber publicado la novela Los versos satánicos en septiembre de 1988, cambió para siempre la vida de Rushdie.
Ese inolvidable Día de San Valentín, el edicto que acusaba al libro de “blasfemo contra el Islam”, y a su autor del pecado de “apostasía”, el abandono de la fe islámica que, según las tradiciones del profeta, debe castigarse con la muerte, fue leído por Jomeini en Radio Teherán.
“Comunico al orgulloso pueblo musulmán del mundo que el autor de Los versos satánicos—libro contra el Islam, el profeta y el Corán— y todos los que hayan participado en su publicación conociendo su contenido están condenados a muerte. Pido a todos los musulmanes que los ejecuten ahí donde los encuentren”, apuntaba el documento religioso.
Esta fatwa respondió a la controversia que provocó la novela en el mundo musulmán de manera casi inmediata a su publicación.
India la prohibió el 5 de octubre de 1988, y Sudáfrica el 24 de noviembre. Al cabo de algunas semanas, Pakistán, Arabia Saudita, Egipto, Somalia, Bangladesh, Sudán, Malasia, Indonesia y Catar también habían prohibido el libro.
Incluso, el 12 de febrero de 1989, dos días antes de la fatwa, cinco personas fueron abatidas por los disparos de la policía durante una protesta contra el libro en Islamabad.
Diez días después del edicto, el 24 de febrero, Jomeini ofreció una recompensa de tres millones de dólares por la muerte de Rushdie, quien pasó nueve años viviendo escondido bajo protección británica.
En 1991, Hitoshi Igarashi, traductor de la obra al japonés, fue asesinado en Tokio; y el traductor italiano Ettore Capriolo fue golpeado y apuñalado en Milán. En 1993, el editor noruego de Rushdie, William Nygaard, fue tiroteado frente a su casa en Oslo, resultando gravemente herido. Y unas 37 personas murieron en un hotel en Sivas, Turquía, al ser quemadas por personas que protestaban contra Aziz Nesin, traductor del escritor al turco.
Otro caso destacado fue el del músico Yusuf Islam (Cat Stevens), quien se expresó a favor de la fatwa en una entrevista en la televisión británica, aunque más tarde se descubrió que los medios tergiversaron el sentido de sus palabras.
En 1997, la recompensa fue doblada. Sin embargo, en 1998 el gobierno iraní se comprometió públicamente a no buscar la ejecución de Rushdie. Éste declaró que dejaría de vivir oculto.
Independientemente de la postura del gobierno iraní, hoy en día algunos grupos fundamentalistas consideran que esta condena a muerte sigue siendo válida, porque piensan que ésta sólo podría haber sido revocada por la persona que la emitió, Jomeini, fallecido en 1989.
Rushdie contó en 2012 su versión de esta experiencia en Memorias. Joseph Anton.
Un libro-escándalo
Para el cuentista y novelista Ignacio Padilla, es “una verdadera pena” que la fatwa, “cuya repercusión política y secuelas afectaron a editores y traductores de Rushdie, que casi le costó a él la vida, que le costó su matrimonio”, haya sido por la menos lucidora de sus obras.
El maestro en Literatura Inglesa por la Universidad de Edimburgo piensa que Los versos satánicos es un libro malogrado. “Es un libro-escándalo que, por desgracia, no condujo en su oportunidad a que encontráramos la gran obra de Rushdie, que es Hijos de la medianoche (Premio Booker 1981). Es natural, obviamente distraído en sobrevivir, Rushdie no ha producido una obra del calibre de Hijos... No ha vuelto a ser leído sin la contaminación de ese libro precario que es Los versos satánicos.
“Pero todavía sigue escribiendo ensayos extraordinarios. Es uno de los mejores críticos literarios en lengua inglesa. Creo que sus trabajos ensayísticos y críticos sobrepasan en mucho a la novela El último suspiro del moro (1995) y las demás obras que ha escrito desde la fatwa hasta la actualidad”, asegura.
El doctor en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad de Salamanca destaca que es bueno aprovechar esta efeméride para recordar que Rushdie es “un escritor esencial”, cuyo papel en la internacionalización de las obras del llamado boom latinoamericano fue central.
“Es una cabeza de lanza importantísimo, por su extraordinario dominio de la lengua inglesa y su capacidad para transmitir en el inglés contemporáneo el universo del antiguo mundo. Le demostró al mundo que se podía ser un clásico y que las lenguas europeas podían ser utilizadas para contar de manera fresca una realidad no británica, como la India o Pakistán.
“A él debemos el que no se hubiera perdido en su momento el auténtico valor de la obra de Gabriel García Márquez, por ejemplo. Mientras que los herederos del boom malinterpretaron los méritos de esa gran literatura, llamándola bananera, él entendió mejor que nadie la importancia universal de las letras de García Márquez. Sin él no habríamos tenido toda la gran renovación de la literatura europea”, detalla.
Para Philippe Ollé-Laprune, director de la Casa Refugio Citlaltépetl, recinto que el propio Rushdie inauguró en la Ciudad de México en enero de 1999, la fatwa fue un evento de choque cultural extremo entre un sector del mundo musulmán y el mundo occidental.
“Es la primera vez, en la época moderna-contemporánea, que atacan a un autor por palabras que pronuncian sus personajes de ficción. Eso es capital entenderlo. Hoy en día ya no tiene sobre sí una condena política, ya le quitaron la fatwa oficial, pero siempre existirán los musulmanes radicales.
“Hay que reconocer que la red de Casas Refugio que ahora existe en parte viene de ahí. Él se prestó al juego y aceptó que era una de las respuestas posibles a lo que estaba viviendo. Fue el primer caso, pero no será el último, porque estamos viendo una radicalización del mundo musulmán muy fuerte”, dice.
Recuerda que Rushdie estuvo viviendo una semana con su familia en las costas del Pacífico mexicano, cuando inauguró la Casa Refugio. “Le prestamos una casa. Yo admiro su fuerza y concentración para seguir trabajando y buscando. Pensemos que su obra sigue en construcción, no es una obra cerrada, aún esperamos grandes cosas”.
Tanto Ollé-Laprune como Padilla coinciden en que la amenaza aún está presente. “Él nunca estará a salvo, porque habrá quien desconozca el levantamiento de la fatwa pensando que no es legítimo. Ese tipo de linchamientos nunca va a cesar. Rushdie nunca va a dormir tranquilamente del todo”, concluye Padilla.
Libro
Título: Los versos satánicos
Autor: Salman Rushdie
Editorial: Seix Barral (la primera edición en español).

