
CIUDAD DE MÉXICO, 19 de marzo.- Alexander Spatz es un joven mexicano que estuvo preso por un delito que no existió.
Aun cuando se comprobó su inocencia, en internet se le identifica como lenón.
Un estigma social equivocado e injusto que carga Spatz Leyva, porque en la acusación que se fincó contra él nunca se habló de explotación sexual.
De hecho, la supuesta víctima negó haber recibido maltrato por parte de Alexander que en 2009, cuando tuvo lugar el falso delito, tenía 23 años.
Dos años, tres meses y 19 días estuvo privado de su libertad acusado del delito de trata de personas en agravio de Blanca Inés, una mujer de nacionalidad colombiana quien para entonces rebasaba los 63 años de edad.
Los infortunios de Alexander fueron dos. Uno, acudir al aeropuerto de la Ciudad de México a recoger a Blanca Inés, procedente de Colombia; y dos, solicitarle al día siguiente de su llegada copia de su pasaporte y visa para actualizar el registro migratorio de visitantes que lleva la fundación donde trabaja Spatz (Ministros del Mar y Cienciología), el cual sirve para conocer con certeza cuánto tiempo pueden permanecer en la Ciudad de México.
Confusión tras confusión
Los dos hechos se combinaron con la confusión de conceptos como labores, entrega y trabajos que en México y Colombia poseen connotaciones diversas y amplias.
Además, el curso espiritual por el cual Blanca Inés decidió visitar nuestro país en noviembre del 2009 no llenó sus expectativas y generó en ella —justo en la víspera de la Navidad— un estado de estrés elevado que aumentó el deseo de regresar a su país, estar con su familia, dormir sus horas completas y disponer de alimentos a su gusto.
Actividades que durante su estancia en el curso espiritual en México no pudo realizar.
En medio de esta situación, Blanca Inés acudió al consulado de su país a solicitar el pago de su pensión y al comentar su experiencia en el curso es que se da otro sentido a sus expresiones y termina en un refugio para víctimas de trata a cargo de la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas (Fevimtra) de la PGR.
Todo lo anterior dio como resultado una víctima del sistema de justicia: Alexander Spatz.
Lo absurdo del caso es que nunca hubo una denuncia directa en su contra, como lo acreditan las declaraciones de la propia Blanca Inés ante el fiscal de su país a mediados del año pasado y de las cuales Excélsior tuvo conocimiento.
“Hay un asunto que quiero dejar muy claro, yo no fui a presentar ninguna demanda, ni siquiera pasó por mi mente, ni contra la organización del Mar o de Dianética ni contra el señor Alex Spatz ni contra las otras personas.”
Fiscal colombiano: Diga si el señor Alex Spatz Leyva alguna vez le desapoderó de alguna de sus pertenencias o documentos personales.
Blanca Inés: Él me pidió mis documentos al día siguiente de mi llegada, pero no sentí de ninguna manera que me hubiese desapoderado de ellos (…).
Fiscal colombiano: Diga si alguna vez el señor Alexander Spatz Leyva la obligó a realizar algún tipo de trabajo.
Blanca Inés: No, nunca (…)
Si las anteriores declaraciones se hubiesen vertido ante la autoridad mexicana inmediatamente de que Alex fue detenido hace más de dos años, no habría sido procesado ni sentenciado a seis años de cárcel.
Lo lamentable, a ojos de sus asesores jurídicos, fue que la juez séptima de Distrito en Materia de Procesos Penales Federales en la Ciudad de México, Martha Estrever Escamilla, nunca ordenó un careo entre la supuesta víctima de trata y el acusado.
Además, retrasó por más de seis meses la diligencia desde Colombia, a pesar de que un tribunal superior en México le ordenó corregir las omisiones que cometió en el proceso.
Tal vez, se pregunta Alexander, lo que la juez apostaba era a que me cansara de luchar y purgara la mitad de la condena para hacer más fácil mi liberación.
El desempeño de la juzgadora originó varias quejas en su contra, pero ninguna prosperó, aunque sí desataron su enojo al grado de reclamarle a Alexander fuera de audiencia su proceder.
“Desde que entró por la puerta del juzgado me gritó: ‘¿Qué te pasa?’ Con una actitud de querer humillarme o algo, me grita desde allá: ‘¿Qué te pasa?’ Yo le digo: ‘Perdón, ¿de qué está hablando? ¿Qué se creen ustedes y tus abogados que están presentando estas quejas? ¿Tienen algo contra mí o contra mi personal?’ ‘Claro que no’, le digo. Y ella dice: ‘Es que ponen que somos ignorantes cuando los ignorantes son tú y tus abogados, porque no saben lo que están haciendo’”, narró Alexander al afirmar que sólo vio en dos ocasiones durante su proceso a la juez que lo condenó.
La actitud irritable de la juzgadora no quedó ahí. Alcanzó a una de las figuras más representativas de la lucha contra la trata de personas en México, Rosi Orozco, quien de inmediato identificó el absurdo jurídico y la fabricación de delitos.
“Yo fui a ver a la juez cuando hablé con Blanca Inés, la señora colombiana, y por supuesto que como presidenta de la Comisión Especial de Lucha contra la Trata de Personas sentía una responsabilidad de explicarle a la juez; no me permitió ni hablar, me dijo: ‘Usted no es abogada’. Le dije: ‘No, no lo soy’. ‘Entonces, no tengo nada que hablar con usted’, me contestó. O sea, con una actitud terrible y salí de ahí verdaderamente frustrada”.
Desde su perspectiva, la ex legisladora federal destacó que la grave falta en agravio de Alexander provino desde la procuración e impartición de justicia como reacción ante la demanda ciudadana de no contar con sentencias que castiguen la trata de personas en México.
“Lo que más me llegó al alma fue que en 2009, como no había nadie en la cárcel, yo estaba por todos lados exigiendo sentencias y yo creo que es válido porque lo estoy haciendo hoy en todos los estados, pero lo que no se vale es que armen una sentencia y metan a la cárcel a un inocente porque tan grave es que dejen salir a tratantes como que metan a la cárcel a un inocente y acusarlo de trata, me parece perverso” sentenció.
Cambio urgente
Al cambio de administración federal, la PGR revisó el caso y presentó conclusiones no acusatorias a favor de Spatz Leyva, quien antes de ser detenido realizó trabajo humanitario en favor de las víctimas del terremoto en Chile.
Pese a la difícil situación que padeció, Alexander se convirtió durante su estancia en el penal en promotor cultural y contribuyó a que diversos internos se integraran a programas tendientes a su readaptación social.
Hoy, a escasas semanas de haber quedado en libertad no pide sanción para la juez que lo sentenció sin haber pruebas en su contra, pero sí demanda un cambio urgente en la forma de hacer justicia en México.

