CIUDAD DE MÉXICO, 2 de agosto.- “Arte es lo único que tiene México, lo único que le da carácter y fisonomía propios, para sí mismo y ante el mundo”, pronunció Carlos Chávez en 1949 durante la inauguración de la actual sede del Conservatorio Nacional de Música. Entonces era director del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y ya había elegido y puesto en práctica el modelo cultural para expresar la identidad de lo nacional y sostener sus palabras.
Fundacional, apasionado, organizador, disciplinado, pragmático, creador de alianzas y conocedor de las esferas del poder, en pocas palabras, “un hombre magnífico” que contribuyó a levantar los pilares del México moderno, así se recuerda hoy a Carlos Antonio de Padua Chávez y Ramírez, nacido por el rumbo de Tacuba en 1899 y muerto el 2 de agosto de 1978, hace exactamente 35 años.
Estuvo escribiendo partituras un poco al estilo de los impresionistas franceses; su fase totalmente nacionalista, la inauguró con la Sinfonía india.” Gloria Carmona, musicóloga
Era un organizador y tendía alianzas, sabía trabajar con ciertos sectores, con ciertas esferas del poder político, pero esto no ha sido diferente en otros casos.” Aurelio Tello, investigador
Pianista, compositor y director de orquesta, educador y político, desde muy joven Chávez concibió la idea de crear una escuela mexicana de composición. Cuenta la investigadora Leonora Saavedra, que con apenas 17 años de edad y siendo editor musical de la revista literaria Gladios, el músico creía que la canción popular mexicana “podía satisfacer la necesidad modernista de novedad temática”; pronto sin embargo habría de apartarse de la vía señalada por su maestro Manuel M. Ponce y “elegir la modernidad por encima de la mexicanidad”.
Este carácter se convirtió entonces en la llama que guió su vida: por un lado, como creador de una vasta obra que incluyó música orquestal, de teatro y ballet, coral, de cámara, para piano, vocal y de banda; pero también como un impulsor de iniciativas. “Carlos Chávez fue un promotor musical de gran entusiasmo, con una forma de querer a su país, en la que demostró con hechos que se podía hacer algo por la patria”, considera la pianista María Teresa Rodríguez, quien conoció al compositor en el Conservatorio.
En el terreno de la composición, dice el investigador Aurelio Tello, Chávez “es fundacional, la música del siglo XX no existiría sin él, eso ya no tiene discusión”. Su Sinfonía No. 2, India, compuesta entre 1935 y 1936 forma parte del abanico de obras representativas del movimiento sinfónico mexicano junto a otras como Sensemaya, de Silvestre Revueltas, Huapango, de José Pablo Moncayo o más reciente, el Danzón No. 2, de Arturo Márquez, explica.
Chávez tocó sus primeras notas en piano gracias a la ayuda de su hermano Manuel (su padre había muerto cuando él apenas tenía tres años). Más tarde perfeccionó su trabajo en el instrumento estudiando con Asunción Parra, Pedro Luis Ogazón y con Ponce. Tello recuerda sin embargo, que su formación fue más bien autodidacta leyendo las partituras de los grandes compositores, lo que lo llevó a componer una gran cantidad de obras, incluida una sinfonía, a la edad de 20 años.
“Estamos frente al trabajo de un compositor magnífico, con una obra grande en todos los sentidos, en número y calidad,”, considera la especialista Gloria Carmona.
Al principio, señala, “estuvo escribiendo partituras un poco al estilo de los impresionistas franceses, de Debussy y Ravel, sobre todo del primero, además de los posteriores como Milló o Poulenc, mientras que su fase totalmente nacionalista, la inauguró con la Sinfonía india”.
En los años 30 continuó esa labor en partituras como Caballos de vapor, Sinfonía proletaria, y Obertura republicana, pero también experimentó como en Espirales para violín y piano.
Su labor alcanzó eco a través de la enseñanza formando al menos dos generaciones de compositores en el Conservatorio Nacional de Música. Daniel Ayala, Blas Galindo, José Pablo Moncayo y Salvador Contreras, así como Héctor Quintanar, Mario Lavista, Eduardo Mata, Humberto Hernández Medrano y Francisco Núñez Montes, forman parte de esa pléyade.
El organizador
Aurelio Tello dice que la multiplicación de orquestas que se ha dado actualmente en el país, es una herencia de Carlos Chávez ya que “él formó las importantes instituciones que le siguen dando cuerpo a la cultura en México.
“Al fundar la Orquesta Sinfónica de México sentó el pie de un desarrollo sinfónico que ahora ha crecido considerablemente, pero esa fue la piedra de toque,
en 1928”. Aquella orquesta se transformaría en 1947 (primer año de Chávez como director del INBA) en la actual Orquesta Sinfónica Nacional (OSN).
Como funcionario, dice Tello, “Chávez era un organizador y tendía alianzas, sabía trabajar con ciertos sectores, con ciertas esferas del poder político, pero esto no ha sido diferente en otros casos, pasadas las contingencias políticas la obra sigue viva”.
Alguna vez se habóo burlonamente del chavismo que prevalecía en la cultura mexicana, el investigador acota: “si su vida pública estuvo signada por estos cambios de aires de la política mexicana así ocurrieron todas las cosas en México”. Apasionado al fin, Chávez se peleó abiertamente con Julian Carrillo porque sus ideas sobre la modernidad en la música mexicana no coincidían y se distanció de Silvestre Revueltas por cuestiones que hoy incluso siguen provocando escozor entre los entendidos.
