
CIUDAD DE MÉXICO, 1 de septiembre.- Elisa Carrillo cumple con todos los atributos de una estrella del ballet: extremadamente delgada, extensión de piernas, incomparables y fuertes pies, empeine pronunciado, gran salto, cuello alargado, temperamento artístico, limpieza al ejecutar complicadas combinaciones de pasos, pero sobre todo lo que posee es una convicción a prueba de fuego con la que ha logrado encumbrarse hasta ser primera bailarina de la Ópera de Berlín.
De gira, la bailarina mexicana regresa al país para estrenar en la sala de Conciertos del Centro Cultural Mexiquense Bicentenario en Texcoco –ciudad natal de Carrillo–, Infinita Frida, puesta en escena de ballet del ruso Yuri Smelakov –coreógrafo del Teatro Marynsky y el Teatro Bolshoi– en una producción de dos millones de pesos del gobierno del Estado de México con el apoyo de la Fundación Elisa Carrillo.
Unida a Frida
Elisa Carrillo explicó en exclusiva a Excélsior que desde niña sintió una enorme pasión por Frida Kahlo, su obra, vida y casa. Residente temporal en el tradicional barrio de la colonia Del Carmen en Coyoacán, la bailarina vivió en la calle Londres a unos cuantos pasos de la casa de la pintora.
Sus visitas a la Casa Museo de Frida eran cotidianas y, desde su inocente infancia, sentía la fuerza desbordada de la prodigiosa mujer que a pesar de los sufrimientos físicos que padecía a consecuencia de una terrible enfermedad infantil, un funesto accidente en tranvía y de los males de amor que le causaba el magistral muralista Diego Rivera, estaba llena de entusiasmo y celebraba la vida.
8 bailarines la acompañan en la puesta en escena Infinita Frida
“El proyecto surgió durante la convalecencia de una operación de rodillas de nuestro amigo coreógrafo Yuri. Mi esposo y yo le dimos un espacio en nuestra casa para que se recuperara. Estaba muy adolorido y preocupado por tener lesionadas las dos rodillas y temía quedar parcialmente incapacitado por sus lesiones.”
Ahí entre amigos, Yuri se dio cuenta de la gran pasión de Elisa por la pintora Frida Kahlo y al paso de los días, casi sin quererlo fueron entre los tres ideando el guión de un ballet sobre la pintora.
“No trata sobre su vida o su obra, sino que es un homenaje con múltiples referencias hacia la trascendencia de su obra y su personalidad. No queríamos hacer una propuesta folclórica o totalmente anecdótica, sino subrayar los atributos de una gran mujer.”
Dividido en dos partes, el montaje muestra a una niña pequeña y dulce, curiosa y embelesada por la obra y la vida de la afamada pintora:
El coreógrafo hizo el guión y la estructura. Lo trabajaron durante dos años hasta que se dio la oportunidad para consolidarlo a través de un apoyo del Estado de México.
“Es una obra de ballet donde se evoca la fuerza del espíritu, la compasión, devoción y amor que tuvo en su vida y obra Frida Kahlo.
Ella es una embajadora mundial de México a través de su obra y yo me siento embajadora de México en el mundo de la danza.
“Pero lo que es un hecho es que la trayectoria y fortaleza emocional me sirvieron de guía para llegar hasta donde estoy.”
Para la bailarina, el símbolo de infinito fue clave porque al representarse también como un número ocho se definió que ésa sería la constante: ocho bailarines, ocho colores, o músicos.
Prácticamente sin escenografía y con el apoyo de un video realizado por Aleksandr Letsius, la puesta en escena tiene música original de Aleksandr Maev.
“La composición es clásica con ciertos toques minimalistas y en ciertos momentos con cierta referencia a la música mexicana de concierto y que se interpretará bajo la batuta de Rodrigo Macías, director de la Orquesta Sinfónica Juvenil del Estado de México.
La escenografía y vestuario son de Elisey Sheperev y destaca la participación mexicana que se sostiene en la niña Mariana Janine Morfín, ganadora de la Beca Elisa Carrillo Cabrera 2013 en la categoría Profesional.
“No podemos decir que el tema es únicamente de los mexicanos ni que la danza tiene un solo sentido.”


