
LOS ÁNGELES, 20 de diciembre.– El mismísimo Matthew McConaughey que tantas veces figuró en la lista de los actores más sensuales de Hollywood, aparece ahora como uno de los menos glamorosos, como un enfermo de sida en la película Dallas Buyers Club. Completamente irreconocible, nos recibió en exclusiva para hablar de semejante transformación, con un personaje que bien lo puede llevar a la nominación de un Oscar.
¿Cómo va la vida?
Muy bien, mi vida está en llamas (risas).
¿Estás recuperando el peso que perdiste para Dallas Buyers Club? En la pantalla das miedo, con tan poco peso.
Perdí casi 22 kilos. Ya van tres meses que no paso de 79 kilos, pero antes pesaba 82.500, así que voy bien.
¿Qué tan difícil resultó el proceso para perder tanto peso?
Primero, me reuní con un nutricionista para saber exactamente cuántas calorías necesitaba y cuántas comidas iba a tener. Una vez que controlé ese tema y empecé a rechazar las clásicas cenas con amigos en restaurantes, salió todo bien. Tenía un plan muy bien marcado y contaba con mi esposa preparándome las comidas, porque yo tampoco quería salir a buscar comida, no. Necesitaba una dieta muy controlada y una vez que lo organicé, todo fue mucho más fácil.
¿Qué comías exactamente?
Mucho más de lo que te imaginas. Comía todo supersaludable, en pequeñas porciones, cinco onzas de pescado para el almuerzo con una taza de vegetales y cinco onzas de pescado en la cena.
¿No sufriste de hambre?
No. Estaba siempre comiendo. Y cuando empecé, pasó algo muy extraño. Mi cuerpo supo, recibió el mensaje que no lo iba a alimentar más y sentí que perdía peso solo. Una vez que llegué al peso que quería, tampoco quise bajar más, pero aunque empecé a comer mejor, mi cuerpo todavía quería seguir bajando de peso, porque en cierta forma se había vencido.
Cambió la abogacía por el cine
Muy cerca de la ciudad de Dallas, donde transcurre la película, en la texana ciudad de Uvalde, Mathew McConaughey nació el 4 de noviembre de 1969. Con un padre que se dedicaba al negocio petrolero, Matthew buscó un destino completamente diferente, viajando por un año a Australia. De vuelta en Estados Unidos, pensó en seguir la carrera de abogado, cuando se inscribió en la Universidad de Texas, aunque terminó cambiando de carrera, por el cine.
Se inició como actor en comerciales locales, pero cuando lo contrataron para un par de escenas de la película Dazed andConfused, terminó con un personaje más importante. También en Texas, filmó con Renee Zellweger la película La masacre deTexas y Tiempo para matar, con Sandra Bullock (con un romance que también siguió detrás de cámaras).
Llegaron a compararlo como un nuevo Paul Newman y hasta Steven Spielberg lo llamó para trabajar en la película Amistad. El cine de comedia romántica lo convirtió en súper estrella, al lado de Jennifer Lopez en Experta en bodas y con Kate Hudson en Cómo perder a un hombre en 10 días. Tuvo un largo noviazgo con Penélope Cruz, tras filmar Sahara, pero ni siquiera se casó cuando su novia Camila quedó embarazada dos veces, hasta que justo antes de tener a su tercer hijo, finalmente dio el sí, dejando de ser el soltero más codiciado de Hollywood, el 9 de junio de 2012.
Finalmente te casaste, pero la decisión vino después de tener dos hijos...
... antes del tercero.
En nuestra última entrevista, comentaste que la única que insistía en que te casaras era tu madre ¿Qué te hizo cambiar de opinión?
Supongo que llegó el momento correcto, queríamos hacerlo.
¿Qué opinó tu esposa de tu nuevo físico en la película Dallas Buyers Club?
Ella dice que mejoré como bailarín, con tan poco peso (risas). Me apoya en el trabajo que necesito. Ahora está contenta que recuperé el peso que tenía antes, pero siempre tuve su apoyo.
En una historia real
Con una producción de apenas cinco millones de dólares y sólo 25 días de rodaje, Matthew McConaughey filmó la película Dallas Buyers Club a toda velocidad, sin puesta de luces y con cámara en mano, siempre filmando. Hasta la edición duró otros 20 días, con base en una verdadera historia donde sólo agregaron la ficción en los personajes que lo rodean, pero es completamente real la vida de un homofóbico que terminó ayudando a la comunidad homosexual, cuando los médicos le diagnosticaron 30 días de vida, por tener el virus del sida. La película también muestra cómo intentó lo imposible por sobrevivir a pesar de tener las estadísticas en su contra. Y Dallas Buyers Club ilustra la supervivencia que lo convirtió en una enciclopedia de medicamentos antivirales, pruebas farmacéuticas y la lucha marginal contra las leyes que no le permitían aprovechar tratamientos o medicinas alternativas. Protagonizando esa historia verdadera está Matthew McConaughey.
¿Quéesloquetantotegustódeesteguión, para aceptar semejante desafío?
Había leído el guión tres años antes de hacer la película. Me acuerdo que había escrito “Hombre! Este guión tiene alas”. Y aunque seguí filmando otras películas, siempre tenía el guión encima de mi escritorio, buscando que fuera mi próximo trabajo. La historia me parecía increíble y muy original. Lo que hizo este vaquero, con una educación de séptimo grado, un mujeriego que se contagia del sida y tiene 30 días para vivir, se convirtió en un científico en los siete años que sobrevivió. Aprendió por sí solo, investigando, para saber más sobre la enfermedad y el coctel que necesitaba para sostener una vida saludable por más tiempo. Es increíble que alguien como él supiera más que los doctores. Y eso me pareció una gran historia.
¿Qué harías si realmente te quedaran 30 días para vivir?
¡Sabía que me lo ibas a preguntar!, pero no sé, realmente no lo sé. A lo mejor por eso me casé (risas).
¿Nunca lo pensaste, después de haber filmado una historia parecida?
No lo pensé. Lo único que pensé es lo que haría el verdadero Ron. El primer pensamiento que tuve fue una negación completa. Primero, tenía que pensar “No, están equivocados”. Y de a poco, él se va dando cuenta y trata de disfrutar más el poco tiempo que le queda de vida, con todo tipo de fiestas, hasta que se da cuenta dónde fue que se contagió. La desesperación y el miedo no lo tocan hasta que se va a México y piensa: “Y si es verdad?” Todo ese odio generó mucha más energía que cualquier otra emoción, es realmente la emoción que ayudó a tanta gente a vivir: la furia.
¿El hecho de haberse contagiado de sida en una ciudad como Dallas crees que empeoró la situación?
Es que en ese entonces, el sida solamente era común en los homosexuales. Con un heterosexual con sida, mucha gente dudaba si realmente era heterosexual. Esa sospecha todavía existe hoy, pero en aquel tiempo, era una frontera nueva. Nadie sabía qué hacer, ni siquiera los doctores. Había toda clase de conspiraciones de dónde había venido, quién la tenía, quién se podía contagiar. Y nadie tenía respuestas.
¿Qué edad tenías en aquella época?
Tenía 16 años y no me acuerdo claramente, pero hasta Magic Johnson, un basquetbolista tan famoso llegó a contagiarse y algunos jugadores no querían jugar con él, por miedo a contagiarse. Nadie sabía. No sabías si podías contagiarte simplemente con estrechar la mano. Había toda clase de tabúes y supersticiones. Nadie salió a decir “Esta es la verdad y esto es mentira”. Había demasiadas preguntas y pocas respuestas, si te podías contagiar con la saliva o al tocar el sudor, si sólo era por la sangre. Nadie sabía las respuestas. Y no sólo pasaba en el sur de Estados Unidos, en Texas. Fue algo mundial.
¿Era la época en que también te habías decidido por la actuación?
Bueno, no. Todavía no me había decidido por la actuación. Estaba estudiando, recién había sacado mi licencia de conducir. Eso era lo que más me interesaba (risas). Había ahorrado lo suficiente para comprar mi primer camión. Solamente pensaba en eso.
¿Es verdad que en un principio, quisiste ser abogado en vez de actor?
Sí, pero antes, me fui por un año a Australia, por un intercambio de estudiantes... porque no estaba seguro de lo que quería hacer.
¿Ese fue el año que te ganaste la vida lavando platos?
Bueno, lavé algunos platos, pero tampoco me pagaron por eso. Tuve once trabajos diferentes, pero ese no fue uno de ellos. Lavaba los platos en las casas donde vivía, porque a los 18, como cualquier chico, no sabía lo que quería hacer y mi madre me dio la gran idea de viajar. Después de un año en Australia, fui a la Universidad de Texas, en Austin, donde pensaba seguir la abogacía.
¿Cómo llegó el cambio por la actuación?
Llegó al final del primer año de la universidad, en el momento en que tuve que llenar los créditos generales. Empecé a ponerme un poco nervioso con la idea de convertirme en abogado. En ese entonces, quería entrar en el negocio de contar historias. En algún momento me fijé en mis diarios de aquel entonces y estaba mucho más interesado en la actuación de lo que conscientemente decía. Decidí estudiar cine, pero detrás de cámara, pensando incluso “Ah, no quiero ser actor”. Fue un verano de 1992, que finalmente me decidí por la actuación como una forma de vida.
¿Le prestas atención a las críticas?
Seguro. Bueno, las buenas críticas constructivas. Hay críticas malas que algunos escriben incluso antes de verme, sólo porque no les caigo bien. Y están las que son buenas antes de verme porque les caigo demasiado bien. Leí todas mis críticas malas, unos años atrás, era un archivo grande, las leí todas, con el tiempo fueron mejorando.
¿Qué ayudó?
Siempre hay una separación entre lo que uno hace como actor, con lo que se graba en cámara y después se edita para el resultado final. Mi objetivo fue tratar de minimizar esa separación, donde lo que quería hacer también se viera en el cine. Esa era mi meta. No siempre funciona así. Por eso hay actores que quieren producir y dirigir, para tener más control de ese ángulo, pero de verdad, a veces he leído críticas constructivas donde digo: “Es cierto, tiene razón”.
hch

