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El Universo a través de Arizona

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TUCSON, 28 de abril.- Si alguien pudiera encontrar a Dios mirando el firmamento, probablemente lo haría a través de un telescopio ubicado en una Isla de Cielo en el desierto de Arizona.

En el suroeste de la Unión Americana el aire seco, la aridez del desierto y la baja densidad de población han propiciado el ambiente preciso para observar el Universo: planetas, estrellas, constelaciones y galaxias.

Los científicos más reconocidos siguen buscando pruebas que contradigan a la Biblia y que demuestren, de una vez por todas, que en la inmensidad del universo hay otras formas de vida diferente a las que existen en la Tierra. Pero no lo han conseguido…

Los cálculos matemáticos más sofisticados indican que en un universo con 700 mil millones de estrellas y muchos más planetas, debe haber otros
similares a éste; el problema es que nadie se ha acercado ni remotamente a comprobarlo.

Mientras tanto, no sólo algunos de los astrónomos más reconocidos del mundo siguen pasando las noches en vela en el observatorio del Monte Graham sino que, además, en Arizona la pasión por observar el cielo se ha convertido en una actividad
popular entre los visitantes, tanto así que en la ciudad de Tucson existen al menos un bar y un hotel que en vez de convocar a su clientela a cantar o bailar, cuentan con astrónomos profesionales que, como
“sommeliers del cielo” tachonado de estrellas, pretenden dejar atrás el lado oscuro de la luna.

En las inmediaciones de esta urbe algunos apasionados de la astronomía, que invierten muchos miles de dólares en una afición muy cara, la comparten con los viajeros que quieren constatar lo que predican los libros de astronomía.

En el Laboratorio Steward, se pulen lentamente los espejos más potentes con los cuales perseverar en esa vocación voyeurista de desnudar lenta y concienzudamente los recovecos del cielo.

Y en el suburbio de Tempe, al lado de Phoenix, la Universidad del Estado de Arizona cuenta con una Galería de Exploración Científica con restos de esos trozos incandescentes de metal, los meteoritos, que han impactado con la Tierra.

Más de tres mil metros

Después de un trayecto de tres horas por carretera entre Tempe y Safford, esta última ciudad es la opción de hospedaje para quienes desean visitar el
Observatorio Internacional del Monte Graham, donde se encuentran tres telescopios, y entre ellos el binocular más largo y poderoso del mundo.

Llegar a este centro de observación implica ascender por una montaña a más de tres mil 200 metros sobre el nivel del mar, un “banquito” adicional para estar lo más cerca posible del resto del universo.

Además de los 8.4 metros de diámetro del espejo principal, este gigante está montado sobre una estructura móvil accionada por un sofisticado sistema mecánico diseñado en Italia y Alemania que, orientado por potentes computadoras, ayuda no sólo a ver sino a imaginar lo que existe detrás de remotísimas emanaciones de luz de las estrellas.

Allí trabajan astrónomos altamente calificados, cuyo estilo de vida simple contrasta con las enormes inversiones que ha realizado la Universidad de Arizona en este ámbito.

Ellos mismos cocinan su comida y refieren que algunos científicos europeos han manifestado su decepción al respecto, pues en sus países de origen cuentan con chefs que les preparan platillos gourmet especiales.

En los tres edificios del complejo, cada uno dotado de un telescopio, es común observar letreros frente a las puertas de los dormitorios reclamando silencio, pues allí habitan personas que viven de noche.

Además de los telescopios monoculares y binoculares, en otras partes del mundo hay telescopios multioculares y uno de los más poderosos, que fue construido por la Unión Europea, se encuentra en el Desierto de Atacama, en Chile.

También hay otros montados en las estaciones espaciales, todos ellos enfocados a descubrir lo que sucede en lugares que, a veces, se encuentran a distancias de
muchos años luz.

El Monte Graham conforma una de las llamadas “Islas de Cielo”, elevaciones naturales rodeadas de planicies en donde el ecosistema y el clima cambian radicalmente y que, en este caso, está unos 18 grados Celsius debajo del desierto.

En lo alto de la montaña el ambiente es frío, con nieve incluso hasta el mes de marzo y conforma el hábitat de algunas especies endémicas, como cierta ardilla roja cuya existencia ha sido
alterada por los astrónomos, según han denunciado ciertos ecologistas.

La vida en Tucson

A una hora y media de distancia por carretera desde Safford está Tucson, una ciudad con una activa vida universitaria y astronómica.

En sus inmediaciones se encuentra el Observatorio del Valle de San Pedro y el Observatorio Patterson, en el área de Sierra Vista, a través del cual opera el Club Astronómico de Huachuca, uno de los mejor organizados para cumplir con su tarea de popularizar la astronomía.

En realidad en el área hay otras dos docenas de observatorios, propiedad de aficionados a esta actividad y varios de ello están dispuestos a recibir  isitantes y obtener algún ingreso para seguir disfrutando del mundo exterior.

Un telescopio respetable puede costar a partir de 70 mil dólares y una cámara más de diez mil
dólares, por lo que turistas de otras regiones de Estados Unidos, Canadá o Europa visitan estos lugares para descubrir en qué medida su afición justifica o no que hagan una inversión de esta naturaleza en sus lugares de origen.

Además en el centro de esta ciudad se encuentra el laboratorio para espejos del Observatorio Steward, donde se funden y pulen los grandes lentes para mirar el Universo.

En este mismo momento se encuentra uno en proceso para el Observatorio de San Pedro, que se localiza al sur de Ensenada en la Sierra de San Pedro Mártir en la Península de Baja California.

Crear estos espejos es una tarea meticulosa, complicada y muy costosa, pues hay que comenzar por fundir toneladas de cristal puro, que son vertidas en un molde donde inicia un proceso lento de enfriamiento.

La lente adopta su forma ideal a través del tallado y pulido, lo que puede dilatar desde varios meses hasta más de un año.

En el Laboratorio Steward, también de la Universidad de Arizona, un grupo de expertos reciben por computadora la información sobre los cambios milimétricos del cristal que lleva a cabo una máquina y resulta frecuente verlos caminando sobre el mismo, con sus pies cubiertos por calcetines, para revisar físicamente cada uno de los detalles.

Una explicación sobre la técnica que se utiliza y el desarrollo de los grandes observatorios en el mundo, es el preámbulo para recorrer este sitio.

Tucson es, junto con Flagstaf, localidades reconocidas como “Ciudades Oscuras Internacionales”, esto es que planean el manejo del alumbrado para permitir observaciones presentes y futuras.

Una actividad amigable

Hacer un viaje en función de la astronomía también tiene un lado menos intrincado y los propietarios del Sky Bar han apostado por un espacio de pizas, sándwiches, ensaladas y tragos, donde el plato fuerte es, claro, la observación de los astros. Si en el Monte Graham se hace investigación de punta, un telescopio
para aficionados de buena calidad es suficiente para admirar imágenes sorprendentes de Saturno y sus anillos, los cráteres de “queso” de la Luna o las nebulosas y las galaxias.

Así como en algunos bares músicos profesionales ganan dinero “echando un palomazo”, acá los astrónomos obtienen un ingreso extra ubicando a través de las coordenadas de sus computadoras manuales objetivos interesantes del Universo, los cuales se pueden disfrutar en las pantallas planas que están distribuidas en las paredes del Sky Bar.

Otro establecimiento que acerca a los viajeros la experiencia de la observación del cielo nocturno es el Loews Ventana Canyon Resort, un hotel de lujo ubicado en las afueras de Tucson.

Además de un buen restaurante de comida americana, un campo de golf diseñado por Tom Fazio, uno de los personajes más famosos de su profesión, y de sus facilidades para reuniones de negocios, también hay un sitio para la astronomía.

En una terraza habilitada ex profeso, los huéspedes hacen fila con un trago en la mano, para observar las estrellas y los planetas.

También en Tucson está el Centro del Aire y el Espacio de Pima, un museo con una enorme colección de aviones correspondientes a diferentes etapas de la historia aeronáutica de Estados Unidos.

Esposible ver desde un prototipo del aparato que desarrollaron los hermanos Wright para cumplir ese otro gran sueño humano, el de volar, hasta algunos aparatos que en algún momento tuvieron un importante papel  en el aire, como el Fuerza Aérea Uno, que utilizaba el presidente.

Entre ellos incluso hay uno que transportó a John F. Kennedy.

Los verdaderos fanáticos de la aviación incluso pueden darse una vuelta por un deshuesadero de aviones en donde un autobús hace un recorrido de una larga hora entre miles de aparatos que ya terminaron su ciclo de vida en el aire.

De regreso a Tempe, ubicado a sólo 15 minutos del Aeropuerto Internacional de Phoenix, el viaje culmina con una visita a la Galería de Exploración Científica de la Universidad de Arizona.

Entre restos de meteoritos, el prototipo del carro robot que deambula por Marte y la proyección de un documental sobre la magnificencia del cielo desde Arizona, resulta mucho más fácil acabar de entender hasta dónde han llegado algunas mujeres y hombres en su afán por encontrar a Dios mirando el firmamento.

 

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Autor : 
Texto y Fotos: Carlos Velázquez /Enviado
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