
CIUDAD DE MÉXICO, 14 de abril.- A menos de una década, México podrá celebrar 200 años de acoger a extranjeros como si fueran sus hijos de sangre. Existen diversas formas para que quienes no nacieron en el país reciban la naturalización mexicana, ya sea por residencia o descendencia en línea recta de un connacional.
La carta de naturalización se puede obtener también teniendo hijos mexicanos por nacimiento o ser originario de un país latinoamericano o de la Península Ibérica con dos años de residencia mínima en la nación.
Otra de ellas es por haber prestado servicios o realizado obras destacadas en materia cultural, social, científica, técnica, artística, deportiva y empresarial, o una de las más conocidas, contraer matrimonio con un mexicano, entre otras.
En marzo pasado, el presidente Enrique Peña Nieto entregó, en ceremonia oficial, una veintena de cartas de naturalización a los nuevos mexicanos, quienes arribaron buscando oportunidades laborales o huían de su país.
El 2 de noviembre de 1975, un periodista uruguayo pidió asilo político, a través de la embajada de nuestra nación en su país. Tras esos hechos, sus compatriotas, perseguidos por la dictadura, poco a poco siguieron su ejemplo.
Gracias a que emigró a México, el periodista y poeta Carlos Puchet Castellanos tuvo la “suerte de no ser un desaparecido más” en manos de las Fuerzas Conjuntas o las Fuerzas Armadas de Uruguay, la “suerte” fue compartida entre los suyos: los Puchet Anyul.
A casi 37 años del exilio, Peña le entregó la carta de naturalización a uno de los tres hijos del poeta, a Martín Carlos Puchet Anyul, hoy catedrático de la UNAM, quien llegó el 13 de junio de 1976.
—¿Por qué los perseguía el régimen?
—Por mi padre en primer lugar, y también por mí, pues yo era un militante político y social de joven.
“Mi padre se llamaba Carlos Puchet Castellanos, era periodista, redactor responsable de un periódico, militante político y poeta. Mi madre, María Emilia Anyul, era maestra de escuela primaria, militante de su gremio y también vinculada a la política de la izquierda uruguaya.”
—¿Cuál era ese diario?
—El periódico se llamaba Última Hora, era un diario vespertino que editaban las Fuerzas del Frente Amplio Uruguayo, en particular una coalición de partidos: el Partido Socialista, Partido Comunista y otros movimientos.
—¿A tu llegada a México, qué pasó?
—Lo primero que hice fue tratar de conseguir un empleo, porque no tenía de qué vivir. Hice algunos cursos, mi papá, quien ya vivía acá, me consiguió uno de computación. Me enfrenté con la devaluación mexicana, pero en 1977 comencé a trabajar.
Después de estudiar una maestría en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) cursó el doctorado en Economía por la UNAM, donde ahora imparte clases.
En entrevista para Excélsior, Puchet Anyul narró que llegó a nuestro país casado con Silvia Elena Dutrénit Bielous, aunque sin ella, pues la familia de ella emigró de Urugay a Argentina por los mismos motivos ideológicos que los de Puchet. Tiempo después se encontraron en México.
El 12 de agosto de 1976, Dutrénit llegó a México. Al igual que a su esposo, Peña la felicitó ahora como ciudadana mexicana.
—¿Qué encontró en el México de 1976?
—Cuando llegamos a México nos encontramos con América Latina y con el exilio, además de muchos países, entonces, pese a la situación amarga de tantas carencias con las que nosotros veníamos y que sentíamos por carencias de afectos, pautas culturales y económicas, teníamos la otra parte de cómo nos acogieron.
—¿Alguna vez pensaron volver a su país?
—Entre 1989 y 1990 pensamos regresar al Uruguay... había algo que nos retenía, y finalmente tomamos la decisión de que nuestra vida estaba aquí... nuestros hijos eran mexicanos, nuestros padres, nuestras hermanas y sobrinos estaban aquí; México nos había dado mucho y tampoco podíamos vivir sin él ya... sin olvidar nuestro país de origen.
—¿Porqué hasta 2013 obtienen la naturalización?
—Pasaron todos estos años —de 1990 a diciembre de 2012— para concretar la solicitud; era algo formal, era la necesidad de asumir el compromiso ciudadano; nos hemos sentido siempre obligados con México. Pero finalmente, terminadas las razones del exilio, y si uno opta por quedarse en otro país tiene que hacerse responsable cabalmente.
Cuando Silvia llegó a México tenía estudios truncos de licenciatura, pero no podía comprobarlo a falta de papeles y certificados, así que empezó de nuevo en la Facultad de Filosofía de la UNAM, donde cursó la licenciatura, posteriormente una maestría en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y regresó a la máxima casa de estudios para realizar su doctorado en Estudios Latinoamericanos.
Desde su oficina en el Instituto Mora, en su casa de Coyoacán, en aulas o espacios públicos, la doctora Dutrénit recopilaba en libros la historia de la dictadura y los exilios de sus connacionales.
Algunos de los títulos son La embajada indoblegable, El Uruguay del exilio o el texto Se cruzan los relatos: memoria personal y reconstrucción histórica.
El texto La embajada indoblegable refiere a 400 uruguayos asilados. Hoy, la SRE los menciona en centenares y acepta que el otrora embajador de México en Uruguay, Vicente Muñiz Arroyo, influyó mucho en esto.
La cancillería cuenta que en tiempos de Muñiz Arroyo su residencia y embajada fueron comparadas al “Arca de Noé” y que, además, el gobierno mexicano fue el único que respondió a las solicitudes de los uruguayos hasta mediados de 1977.
Cuenta que las relaciones entre el régimen militar uruguayo y el embajador Muñiz fueron tensas y que se requirió de gran apoyo del presidente Luis Echeverría Álvarez y de sus secretarios de la SRE y de Gobernación para poder controlar la “enemistad creciente” entre ambas naciones.
“El 25 de marzo de 1976, cuando surgió el golpe de Estado en Argentina, el dictador Alfredo Stroessner se encontraba de visita oficial en Montevideo y Muñiz, antes de asistir a la recepción que se le ofrecía al paraguayo, se dirigió al aeropuerto de Carrasco para depositar en el avión a un grupo de asilados en condiciones excepcionales. El aeropuerto estaba cerrado por la visita y el embajador, logró esquivar la vigilancia militar hasta introducirlos en el avión”, narra la embajada.
País de oportunidades
Otro caso es el de Sharon Ball, quien también obtuvo su carta de naturalización, y aunque sus motivos son muy distintos a los del exilio, la oportunidad la identifica. De origen peruana, llegó a México en 1999 cuando tenía 13 años, y en sus memorias recuerda que a menos de un mes en México, en el marco del Día de la Bandera mexicana, le hicieron escribir un poema para nuestro lábaro patrio.
Sharon llegó acompañada de su hermano y ambos padres, quienes aprovecharon las oportunidades laborales en México. Estudió en la Universidad Anáhuac y cursó una especialidad, donde se tituló como médico oftalmólogo.
—¿Por qué no regresaron a Perú?
—La verdad es que México es un país que tiene un montón de oportunidades para todo, yo soy la promotora número uno de la migración a México, es un país que tiene de todo para todos.
Sharon se casó en México y encontró muchas oportunidades, pero otro de los motivos por los que tramitó su carta de naturalización fue sentirse completamente “chilanga”.
“Aquí crecí, aquí me forjé, cursé la universidad y todo. Pocas veces mis pacientes detectan mi acento raro, todos mis pacientes piensan que soy del norte del país, yo les digo que de un poco más abajo. No tengo ninguna intención de irme”, puntualizó.
¿Cómo obtenerla?
Para solicitar la nacionalidad mexicana existen las siguientes vías:
Por residencia: El extranjero que pretenda naturalizarse mexicano deberá acreditar, entre otros requisitos, que ha residido en territorio nacional cuando menos durante los últimos cinco años inmediatos anteriores a la fecha de la su solicitud (dicha residencia se acredita con las formas migratorias FM2 o FM3 que expide la Secretaría de Gobernación (Segob).
En las siguientes vías, el extranjero que pretenda naturalizarse deberá acreditar, entre otros requisitos, una residencia de dos años inmediatamente anteriores a la fecha de la solicitud:
Por tener hijos mexicanos por nacimiento.
Por ser originario de un país latinoamericano o de la Península Ibérica
Por ser descendiente en línea recta de un mexicano por nacimiento.
Es importante destacar que al obtener la nacionalidad mexicana debe renunciar a su nacionalidad de origen.



